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Cuando Alemania espió y copió a Reino Unido y unió arte e industria

Imaginémonos a finales del siglo XIX, en plena revolución industrial: ciudades cada vez más grandes, fábricas, ferrocarriles, edificios de hormigón. Cabe imaginar que a más de una persona le dió el bajón al contemplar el panorama.


Una de esas personas fue John Ruskin, un intelectual inglés de izquiedas que andaba horrorizado por esa civilización moderna que se les venía encima. Sus ideas sobre cómo este desarrollo capitalista e industrial estaba degradando al ser humano inspiraron mucho a su amigo William Morris.

William Morris. Papel pintado 'Trellis'

Morris era arquitecto, diseñador y un montón de cosas más, y decidió que tenía que hacer algo. ¿Qué hizo? Promovió el movimiento Arts & Crafts, allí en Reino Unido. Quería una vuelta a la artesanía tradicional, que la belleza del arte y la utilidad de la artesanía se unieran para crear objetos domésticos que escaparan a la brutalidad de la producción en serie.


Pensaba que el capitalismo anteponía el beneficio económico a todo lo demás y que eso degradaba al artesano y lo dejaba a merced de una máquina sin alma. Creía que el estilo de vida medieval tenía cosas que merecían ser conservadas. Arts & Crafts supuso una vuelta a las artes y oficios medievales en respuesta a la producción industrial en masa. Ponía énfasis en la necesidad que tienen las personas de crear y dejar algo para la posteridad. Suena muy actual, ¿no?



El movimiento llegó a todos los campos: el diseño, la decoración, la arquitectura, las artes...


En arquitectura se creía que la obra debía mostrar sus entrañas si en ellas había belleza: el hierro forjado, los ladrillos hechos a mano… La arquitectura industrial era fea e inhumana, ¿por qué no volver al modo en que los humildes constructores rurales trabajaron en el pasado?


Arts & Crafts atrajo a una nueva generación de arquitectos, artistas y artesanos que defendieron un estilo de vida sencillo e inspirado en la naturaleza a través de objetos domésticos de calidad, funcionales y que respetasen la autenticidad de las técnicas y los materiales.

William Morris. 'Red House'

Nuestro amigo Morris, junto con otros compañeros arquitectos y artistas, puso en marcha una empresa que quería coger los valores de las bellas artes y aplicarlos a la artesanía, de modo que produjeran objetos hechos a mano con amor, atención y destreza. La empresa se especializó en diseño de interiores y fabricó vitrales, mobiliario, grifos, papel pintado, alfombras…


Morris defendía la superioridad de la expresión artística sobre la máquina y es considerado uno de los pioneros del diseño moderno, lo que podemos comprobar en la vigencia que tienen actualmente sus ideas.


Tapiz diseñado por William Morris

Por aquel momento, las dos potencias industriales europeas eran Reino Unido y Alemania. Los alemanes envidiaban a la nación inglesa, segura de sí misma y que creaba riqueza mediante la aplicación comercial del arte y la artesanía. Para aprender qué hacían los ingleses y cómo lo hacían decidieron establecer un punto de espionaje y tratar de averiguar en qué se basaba el milagro comercial británico.


En 1896 el arquitecto Hermann Muthesius fue enviado a Londres como agregado cultural de la embajada alemana para descubrir cómo había construido la potencia rival su éxito industrial. Resultado de sus periódicos informes fue el libro The English House. En este libro señalaba cuál era el ingrediente mágico de la economía capitalista del Reino Unido: William Morris, el diseñador y fundador del movimiento Arts and Crafts, y socialista.


William Morris. Interior de la 'Red House'

Hermann Muthesius formuló su propio enfoque del movimiento Arts and Crafts: quería aplicar los principios de Morris a escala industrial. Al regresar a Alemania mencionó la idea a sus superiores y enseguida florecieron talleres de artesanía por toda Alemania.


Pocos años más tarde, también en Alemania, se crea un consejo, la Werkbund, con representantes de las artes y de los negocios. Querían aplicarse los ideales de Morris en una estrategia nacionalista para mejorar la economía alemana. Se trataba de incrementar la demanda del consumidor y educar al público en materia de buen gusto.


Entre esos asesores estaba el arquitecto Peter Behrens, que fue contratado por la empresa alemana AEG como consultor artístico. Fue el primer consultor de marca de la historia: su misión era elaborar la imagen corporativa de la empresa, los anuncios en prensa, las bombillas y los edificios.

Behrens. Fábrica de turbinas de AEG

En 1909, Behrens diseñó la fábrica de turbinas de AEG en forma de un enorme vagón de metro construido con mampostería y equipado con colosales ventanas de estructura de acero. Ideó un edificio práctico, pero que a la vez tuviera un efecto positivo en los trabajadores, que les ofreciese dignidad en un mundo que consideraba brutal, un edificio que les inspirase y animase. Al mismo tiempo esperaba transmitir la confianza y la ambición que sentía ahora la Alemania industrial.


Behrens tuvo como pupilos a muchos de los que después serían los gigantes de la arquitectura moderna: Le Corbusier, Adolf Meyer y Walter Gropius.


A Meyer y Gropius el propietario de Fagus les encargó que construyeran la fachada de una nueva fábrica en Alfeld-an-der-Leine. Presentaron un diseño de sorprendente modernidad. Un edificio que proporcionaba luz a los trabajadores y a la vez se podía ver desde el tren de Hannover:

Meyer y Gropius. Fábrica Fagus en Alfeld-an-der-Leine

Pero todo esto fue interrumpido por la Primera Guerra Mundial. En el próximo post te cuento cómo Alemania tras su derrota en la Guerra vuelve a mirar a las artes y la artesanía como una manera de reconstruir el país y renacer. Y cómo luego vino un señor bajito y con bigote al que no le gustó nada todo eso...

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